viernes, 28 de agosto de 2009

Analisis de la pintura de Dali .



LA PERSISTENCIA DE LA MEMORIA

Aquí, Dalí se inicia con sus famosos relojes blandos. En este autorretrato, un Dalí similar al que aparece en “El gran masturbador” (1929), se encuentra inmóvil y con la lengua afuera. Aparte de los insectos, se encuentra aislado en un paisaje árido y caluroso. En estas condiciones, la percepción del tiempo y del espacio, y el comportamiento de los recuerdos, adquieren formas blandas que se ajustan a las circunstancias.

El paisaje es simple; aparece el mar al fondo y una pequeña montaña a la derecha. Hay tres relojes blandos y deformados, elementos que ya habían aparecido en una obra suya del año anterior, Orsificación prematura de una estación. Dalí, según él mismo dice, se inspiró en el queso camembert a la hora de añadir los relojes al cuadro, relacionándolos por su calidad de "tiernos, extravagantes, solitarios y paranoico-críticos". Uno de los relojes cuelga en equilibrio de la rama de un árbol. Más abajo, en el centro del cuadro, otro se acopla a modo de montura sobre una cara con largas pestañas inspirada en una roca del cabo de Creus. La cara aparece también en otros cuadros del autor como El gran masturbador y El enigma del deseo. El tercero está, quizás, a punto de deslizarse por un muro. Sobre este reloj hay una mosca y sobre el reloj de bolsillo hay multitud de hormigas que no están ahí por casualidad (este tipo de reloj se lleva próximo a los genitales).

Los relojes, como la memoria, se ha reblandecido por el paso del tiempo. Son relojes perfectamente verosímiles que siguen marcando la hora (supuestamente en torno a la seis de la tarde). Dalí dijo sobre el cuadro: "Lo mismo que me sorprende que un oficinista de banco nunca se haya comido un cheque, asimismo me asombra que nunca antes de mí, a ningún otro pintor se le ocurriese pintar un reloj blando".

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